Cacería de
jabalí a caballo en los
bajos del Río Salado en La Pampa
|
|
|
Los bajos del Salado siempre me habían
atraído para concretar una cacería de jabalíes
a caballo, con perros y cuchillo. Mi amigo Ernesto
Andreotti se abocó a la tarea de organizarla. Varios
meses después, en pleno mes de julio, me llamó
para decirme que estaba todo listo. Pasé por Santa Rosa
a buscarlo, luego partimos hacia Santa Isabel y de allí
al Sur pampeano.
El terreno tiene todo lo imaginable: monte, bajos interminables,
brazos del río, salitrales y ciénagas... Un
verdadero desafío que, de no contar con un muy buen
baqueano, caballos y perros acostumbrados, es absolutamente
absurdo, siquiera, el intentarlo. Como baqueano y anfitrión
estaba Don Juan, esperándonos con su esposa en
el campo, con la calidez y esmero de la gente que sabe ofrecer
su casa para que uno no extrañe la suya.
A la mañana siguiente salimos al campo y no tardamos
más de dos horas en encontrar un hermoso ejemplar,
bien cazado.
Al anochecer fue todo festejo con un buen asado. Como todo
cazador que nunca queda satisfecho, deseaba que el día
siguiente nos deparara un ejemplar más grande. Y vaya
si ocurrió....
Después de recorrer las riberas del río durante
varias horas, y luego de una corrida fallida por culpa de
unas chivas que despertaron la ansiedad perruna, hubo un desentendimiento
entre Ernesto y su caballo, quedándose a pie con una
costilla fisurada, camino a la casa. Ya volviendo, cumplido
el mediodía, escuchamos a los perros ladrar, trescientos
metros por delante nuestro. Partimos a toda velocidad. Tras
un galope agotador, sorteando mil obstáculos, llegamos
a un monte bajo y cerrado, donde encontramos al jabalí
girando en redondo. Un perro lo mordía en el hocico
y otro en la oreja. El animal se había empacado. Disparé,
con tanto cuidado de no herir a los perros que erré.
El estampido del 44 magnum hizo que los perros soltaran. Y
estando a menos de 7 metros lo vi avanzar hacia mí.
Disparé a las caderas. Cuando estaba pasando por debajo
de mi caballo, gatillé nuevamente sobre la columna.
Para mi caballo fue demasiado. Mis noventa kilos no fueron
obstáculo para que se librara de mí. Después
de semejante caída, me incorporé con el revólver
todavía en mi mano. Volví hacia atrás.
Los perros lo habían empacado nuevamente. No esperé
más. Le levanté la pata izquierda para que perdiera
el equilibrio y, acto seguido, lo acuchillé.
Esta vez me sentí satisfecho. Sus colmillos fueron
plata. Para mí, había cazado El Padrillo.
Luis Ergui
P/D: gracias a Elio y Don Juan y señora por la atención
brindada.
|
La Pampa, distintas
alternativas
|
|
Hace algunos años La Pampa está en los
ojos del mundo por sus características cinegéticas.
Muchos inversionistas nacionales y extranjeros han depositado
parte de su capital en campos, transformándolos
en cotos cerrados. En tales cotos se está trabajando
con genética de avanzada, dando lugar a la creación
de trofeos llamados en la jerga del cazador: monstruos
o tortas. Uno de estos casos es el recientemente cazado
en La escondida, que según informaciones,
llega a medir 265 puntos y fracción. Así
se convierte en el segundo puesto del ranking mundial,
por la fórmula del CIC, según lo dicho por
el ex presidente de la Federación Argentina de
Caza Mayor, en la fiesta realizada en Quehué.
La paradoja del caso, es que muy pocos amantes de
la caza han podido disfrutar de tal trofeo, pues no está
actualmente en nuestra provincia, y se ha convertido en
un mito: todos sabemos de él, pero ninguno lo vio
fehacientemente.
La libertad de acción de los dueños de trofeos
semejantes, hace que se omita la medición de instituciones
como los clubes que llevamos un ranking, como el caso
del Club Mapu Vey Puudú, o de cualquier
otro club.
Por lo tanto, hasta el momento, y por el hecho comprobado
de su medición, su observación, su disfrute,
sólo sigue siendo récord para nosotros el
trofeo de Chito López, ya que éste sí
se encuentra en la Dirección de Turismo.
Sería sumamente interesante tener la cabeza
monstruo cazada en La escondida, como una
atracción y una propaganda turística más.
Hay que valorar el trabajo que se realiza en los cotos,
su interés en mejorar la genética, el
manejo que se logra. Pero no nos engañemos:
la privatización hace olvidar el suelo.
La Pampa como provincia no se ve beneficiada en todas
las ventajas anteriores, salvo por su fama en
ciertas situaciones.
Los beneficios quedan en el ámbito particular,
y esta tierra y los comprovincianos, no terminamos de
gozar del usufructo que ella nos otorga.
Tal es nuestra limitación, que los campos libres,
los cotos abiertos, se encuentran en marcada desventaja
con respecto a los cotos cerrados. Influye el clima,
los desastres naturales, los incendios, la imposibilidad
monetaria, etc. etc.
No obstante todas las falencias, La Pampa sigue permitiendo
el logro de ejemplares estupendos, naturales, sin alimentación
ni genética agregada.
Lo prueba el hecho de que la temporada 2002 superó
las marcas de piezas cobradas, siendo éstas
de una calidad inigualable en la historia provincial.
Las alternativas de caza están perfectamente
claras: por un lado tenemos la caza enlatada, estructurada
en cuadros de fácil y seguro acceso a la pieza
esperada, las comodidades, en algunos casos los lujos
que demanda la exigencia extranjera, y por lógica,
las ganancias particulares que ello reporta. Y por otro
lado tenemos la caza salvaje, dura, impredecible, que
realiza el cazador nato, espécimen en vías
de extinción, bajo las peores condiciones climáticas
y con el sacrificio de perseguir una población
cada día más escasa en cuanto a su territorio
libre.
A ésto se le adiciona un costo significativamente
alto, ya que los precios se colocan de acuerdo al mejor
postor, y éste no es precisamente el cazador
nacional.
Nuestro país, históricamente pretendió
imitar aspectos europeos, el Parque Luro es una prueba
más. Lástima que dentro de las imitaciones
no valen las reglamentarias, ya que, no se pretende
una estricta medida como la de Hungría, por ejemplo,
que no permite llevarse las cabezas sino sólo
una réplica de ellas, u otros países que
registran los trofeos exhaustivamente antes de devolvérselo
a los cazadores.
Nosotros sólo pretendemos la alternativa de poder
medir, como Institución legítima que somos
ante la Provincia, todos los trofeos que de ella salen,
sean éstos de campos libres o cerrados, y establecer
las diferencias correspondientes a unos y otros, ya
que es previsible que con el correr de los años
las condiciones se desequilibren entre los cotos que
manejan ventajas genéticas y técnicas,
a diferencia de los que desarrollan una expansión
salvaje.
Es imprescindible diferenciar y registrar dos ranking
paralelos de acuerdo al origen de los trofeos.
Creemos que un correcto manejo de la actividad cinegética
redundará en beneficios, no sólo particulares,
sino también colectivos.
Nuestra provincia tiene una alternativa diferente ante
los ojos del mundo, que aún no ha sido percibida
en todo su esplendor.
Comisión Directiva del Club
Mapu Vey Puudú
|
|
En 2002 fue cazado el
2º Mejor Trofeo
del «Ranking Pampeano»
|
|
|
El trofeo logrado por
Avelino Ricardo Zurro (h) durante la pasada temporada 2002,
se ubicó en el segundo lugar del Ranking Pampeano del
Club de Caza «Mapú Vey Puudú». Tras
ser medido por la Subcomisión correspondiente, sumó
232,16 puntos, recibiendo Medalla de Oro.
|
|
«Era muy temprano cuando mi papá me despertó.
El día anterior habíamos decidido que la salida
sería a caballo, ya que la brama no se estaba desarrollando
con gran intensidad y de esta manera podríamos cubrir
una zona mucho más amplia.
Luego de ensillar y acomodar los últimos detalles,
esperamos unos minutos para que aclarara un poco. Cuando el
día ya estaba pintando empezamos a recorrer los sitios
que habíamos elegido. Después de varias horas
sin novedades, promediando la media mañana decidimos
con papá que recorreríamos un bajo donde deberíamos
prestar mucha atención, porque los ciervos a esa hora
era muy probable que estuvieran echados.
Luego de unos 15 minutos vimos a lo lejos un macho que podía
llegar a ser interesante. Nos bajamos rápidamente y
yo me adelanté caminando muy lentamente, mientras mi
padre se ocupaba de atar los caballos. El macho no se dejaba
ver y mi ansiedad a esa altura ya era incontrolable.
Lentamente me di vuelta para mirar hacia donde estaba mi padre
y en ese momento escuché el trote del ciervo. Rápidamente
lo ubiqué y le apunté con mi Remington 30-06
y sin dudar disparé. El ciervo trotó unos metros
y cayó. Volví a cargar y corrí hacia
él. Con mi papá llegamos al mismo tiempo. Cuando
lo vi lo que más me llamó la atención
era lo inusual de la cabeza. Las primeras palabras de mi papá
fueron: es impresionante.
Ya en el casco de la estancia nos encontramos con Juan Carlos
y rememoramos el gran momento vivido.
A los 18 años no voy a perder la esperanza, pero como
dijo un amigo pampeano: quizás en mi vida me vuelva
a encontrar con un trofeo de esta magnitud. Pero de lo que
si estoy seguro, es que nunca se me van a borrar de micabeza
las imágenes de esta espectacular cacería junto
a Avelino, mi padre.»
Avelino Ricardo Zurro (h)
|
|
EL FOGON DE LOS RECUERDOS
Un refugio donde sentirnos entre amigos...
|
|
|
Aunque no necesita presentación porque su trayectoria
en el mercado es de más de 30 años, «La
ruca» es un negocio de artesanías perteneciente
a Rubén «Piqui» Ciaffoni y a Luis «Chochón»
Ciaffoni. Se encuentra ubicado en la calle Alem N* 73 y tiene
la particularidad de, además de ofrecer a la venta
los distintos artículos artesanales, en su trastienda
se juntan desde cazadores hasta cualquier amigo o conocido
de la casa que tiene algún rato libre y está
dispuesto a participar de pláticas de diferentes temas:
cacerías, deportes, política, noticias. Dice
el diccionario: «ruca (Arg. y Chile) voz araucana. Choza
de indios y por extensión, covacha para refugio».
Y para nosotros es un refugio. La muchachada que día
a día, año tras año, nos vamos reuniendo
en «La ruca» para cazar, pescar, correr carreras
de automovilismo, arreglar el país...o simplemente
sentir que el encuentro entre amigos es una importante contención
en los tiempos que corren.
Las charlas no siempre son tranquilas. Las hay fervorosas,
fantasiosas, de distintos grados de coherencia, y los dueños,
con gran paciencia contemporizan tan variadas opiniones, trabajo
de por medio.
El ritual del mate, ese olor a tabaco, la pipa infaltable,
el ruido de martillo o de la amoladora, todo es un escenario
perfecto para sacudirse el peso cotidiano, para lograr el
alivio detrás de la carcajada, o de la oreja amiga.
«La ruca» es un símbolo. Es un club. Es
un emblema santarroseño que se expande a través
de quienes pasan su umbral y reciben el toque mágico
de su hospitalidad. Todos sabemos que las experiencias no
sirven si no pueden ser compartidas con quienes nos rodean.
Gracias a Piqui y a Chochón tenemos un lugar para revivir
los últimos bramidos del ciervo, las espantadas del
jabalí, o los coletazos de los peces. Gracias a los
dueños de «La ruca» tenemos un refugio
donde sentirnos entre amigos.
Odile Jolivet
|
|
|
Dentro de los varios deportes que practicó el reciente
ganador del CALDEN DE ORO 2002, el Dr. Miguel Angel MARINO
de la localidad de Macachín esta la caza mayor, siempre
nos acompañaba a nuestras prolongadas jornadas de cacería
y lo hacia con mucha dedicación y entusiasmo; pero
cuando llegaba la hora de armar el campamento, él solamente
compartía lo concerniente a la alimentación,
ya que al llegar la hora de descansar, Miguel agarraba su
vehículo y viajaba hasta el pueblo más cercano,
donde hubiera alojamiento y lo hacía en una mullida
y confortable cama, quedando nosotros alojados en el escaso
espacio de nuestra querida carpa. En repetidas oportunidades
le quisimos hacer ver las ventajas de compartir la carpa,
que nos permitia prolongar hasta más tarde la jornada
de caza, que no hacíamos tanto movimiento de autos
lo que indudablemente aumentaban nuestras posibilidades de
éxito, tanto insistimos hasta que lo convencimos, como
no tenía bolsa de dormir, le aconsejamos la adquisición
de una de Duvet, que le permitiría soportar mejor las
frías noches de invierno en nuestra provincia. Me parece
verlo prepararse para la salida con un cómodo y pequeño
bolso que portaba su bolsa de dormir. Anduvimos varias horas
y cuando llego el momento de descansar, Miguel se introdujo
en su mas reciente adquisición con la idea de dormir,
nada mas alejado de la realidad, apenas cerró el cierre
relámpago, quedo de manifiesto una ignorada claustrofobia;
que el Dr. solucionó con 3 o 4 patadas de su respetable
anatomía. En si no descansó bien esa noche no
se si por lo poco que lo tapaba su destrozada bolsa o por
no poder respirar, por la gran cantidad de plumas de ganso
que volaban en la carpa.
Carlos A. Rodríguez Eleno
|
|
|